La misma palabra ya da información sobre su significado, pero es mucho mejor dar una definición concreta: es el estudio de las actividades neuronales relacionadas con experiencias subjetivas de espiritualidad, ofreciendo un conjunto de hipótesis que explican este fenómeno.
Ciencia y religión siempre han sido dos polos opuestos, pero desde hace relativamente poco son dos terminos conectados. Me baso en las investigaciones de Eugene d’Aquili(profesor de psiquiatría en la universidad de Pensilvania y antropólogo de la religión) y Andrew Newberg(miembro del programa de medicina nuclear del hospital de la misma universidad). Para sus estudios han utilizado el SPECT, que permite obtener imágenes de la actividad cerebral. Han analizado los datos de un estudio realizado con monjes tibetanos budistas y monjas franciscanas mientras meditaban y extraen la siguiente conclusión: el impulso religioso está en la biología del cerebro. El cerebro humano está, según ellos, genéticamente estructurado, de tal manera que anima la fe religiosa.
Esto era impensable hace apenas cincuenta años, y ahora, ¿qué nos estan intentando decir? ¿Que con un análisis cerebral los científicos pueden conocer nuestras creencias religiosas? Pues todo parece indicar que sí:
Las investigaciones se iniciaron en torno a 1970. Se ha ido comprobando que la meditación y la plegaria provocan variaciones importantes en datos fisiológicos como las ondas cerebrales, los ritmos cardiaco y respiratorio, y el consumo de oxígeno. Se ha mostrado que la estructura del cerebro no es tan estática como se pensaba. El cerebro, así lo manifiestan los estudios recientes, cambia constantemente. Su estructura y función se modifican con relación al comportamiento humano, amoldándose. La meditación de un monje budista, o la plegaria de una religiosa católica, tienen unas repercusiones físicas en el cerebro, en concreto, en los lóbulos prefrontales, que provocan el sentido de unidad con el cosmos que experimenta el monje, o de proximidad a Dios que siente la monja franciscana. Estas experiencias nacen de un hecho neurológico: la actividad de los lóbulos prefrontales del cerebro. Esta parte del cerebro corresponde a la capacidad de concentración, de perseverancia, de disfrutar, de pensar abstractamente, de fuerza de voluntad y del sentido del humor y de la integración armónica del yo.
Con esto os invito a reflexionar sobre el tema, a pensar si la religión viene dada por la cultura o si estamos vinculados a una religión u otra por nuestros genes.
Interesante cuestión la que planteas María, se abre un campo de investigación enorme, seguro que nos esperan muchas sorpresas sobre lo que es el ser humano en los próximos años. Un saludo
ResponderEliminar